
Vestigios
Vestigios
El tiempo, como el mar, no deja de moverse. En su ir y venir, todo lo arrastra: memorias, gestos, objetos, presencias.
Cada objeto aislado, con sus colores intervenidos, es como un recuerdo desgastado fuera de lugar. Es un fragmento que evoca a alguna de las personas que ocasionalmente nos rodeó y que, sin despedida, se desvanecieron. Como amigos que un día estuvieron cerca y de pronto dejaron de caminar a nuestro lado, dejándonos apenas una forma, un color, una sensación adherida a la memoria que se desvanece. Como esas personas que llegan a nuestras vidas brevemente y nos marcan. Otras, quizás estuvieron ahí siempre, sin que las notáramos. Como quienes forman parte de nuestro paisaje cotidiano y solo en su ausencia revelan lo que fue su presencia.
Entre el cielo y la arena, entre el objeto y su entorno, se dibuja una metáfora del paso humano: efímero, a veces accidental, a veces imborrable. Y así, entre lo visible y lo que apenas se intuye, la imagen se convierte en una reflexión silenciosa sobre la fugacidad, el abandono, el deterioro de los recuerdos y las huellas que dejamos al vivir.
Nada dura y todo deja un vestigio




















