Los seres humanos tenemos cuerpos y rostros asimétricos, que ni los cirujanos plásticos más preparados pueden llevarlos a una simetría perfecta.
La asimetría es parte de nuestras vidas, y nuestro cerebro está preparado para aceptarla, aunque siempre esté buscando la belleza en personas con una simetría casi perfecta, esto se debe a nuestro instinto que busca perfeccionar la especie.
La belleza de la asimetría está justo en ese juego que casi se convierte en música para nuestros ojos, desde el momento en el que el cerebro analiza en micro-segundos ese rostro al frente nuestro. Los rasgos de esa asimetría también nos permiten recordar para luego reconocer a esa persona cuando nos volvamos a encontrar con ella.
En esta serie en la que trabajo rostros asimétricos con círculos irregulares, busco que el espectador reflexione sobre el estereotipo de belleza que se nos ha impuesto a lo largo de los años y que sentimos como si fuera sacado de un manual con reglas que debemos cumplir.
La asimetría también atrae, también es bella y también es humana.